Partiendo de la etimología, la palabra «ilusión» proviene del latín «illusio» que significa
«engaño» o «falsedad» y “religion” proviene del latin “religare” que significa “atar” o “ligar”.
Freud en su texto “El porvenir de una ilusión” plantea la idea de que la religión, en muchos
casos, es una ilusión que las personas crean para enfrentar las incertidumbres y miedos
inherentes a la vida. Esta ilusión puede compararse con otras creencias o sistemas de
pensamiento que ofrecen consuelo y una sensación de seguridad en un mundo que a
menudo se percibe como caótico. Es decir, que la religión generaría una impresión
(engañosa, narcotizante) de estar atado o ligado a algo.
“La religión es el Opio de los pueblos”, agregaría Karl Marx a nuestro escrito, argumentando
que tiene un efecto narcotizante en las masas, en el sentido de que proporciona consuelo y
distracción de las duras condiciones de vida y las desigualdades sociales, adormeciendo
así, y evitando todo cuestionamiento y rebeldía.
Desde una perspectiva psicoanalítica, podemos reflexionar sobre el papel de las pasiones y
emociones humanas como fundamentales en la construcción de la identidad y en nuestra
búsqueda del significado de la vida. La religión, en su papel de proporcionar un marco moral
y ético, así como un sentido de comunidad y pertenencia, ocupa un lugar sumamente
relevante en la sociedad, especialmente en los lugares donde las posibilidades son
menores y el estado “brilla por su ausencia”.
Además, la religión puede ser una forma de expresar y canalizar las luchas internas y las
tensiones emocionales que existen dentro de cada sujeto, ofreciendo a ellas una salida
divina que, convenientemente, será otorgada post-mortem.
En una oportunidad recibí una consultante que quería ser atendida por mi debido a que me
asociaba con una institución religiosa y, con el pasar de las entrevistas, se dejaba entrever
un supuesto tácito que me vinculaba fantásticamente a la iglesia, razón por la cual, yo debía
entender sobre “la importancia que ella le daba a la unión en santo matrimonio”, aún a pesar
de estar sufriendo situaciones de violencia.
A partir de aquí me surgen interrogantes frente al posicionamiento religioso y adoctrinado en
los consultantes, no solo en torno a la institución religiosa, sino también a las ideologías que
facilitan un posicionamiento “fanatico-religioso” en las personas. Este tipo de construcciones
ideológicas que no dejan lugar a la hiancia, no dan cabida a cuestionamiento alguno y no
admiten “tibios” en su seno.
¿Cómo podemos los psicoanalistas modernos lidiar con la “deconstrucción” de estas ideas?
¿Es necesario siempre cuestionarlas? ¿Cuándo sí y cuándo no? ¿Qué pasa cuando el
psicoanálisis se torna doctrina/religión?

La respuesta inicial que me surge es la que intentó sostener en cada consulta: “Eliana, es
caso a caso”. Pero son interrogantes que vuelven cuando alguna ideología de moda toma
nuevamente ese lugar de “dogma incuestionable”.

Lic. Ditomassi Eliana
Mp. 7982