Andreotto Nora, Ditomassi Eliana y Sartori Marcela
¿Cómo pensar la transferencia desde Lacan? ¿Cómo pensarla sin pensar en el amor? Partiendo de estas preguntas, decidimos emprender un diálogo análogo al que El Banquete nos propone, hablando entre nosotras, intentando hacer hablar a diversos autores y tomando distintos ejes para pensar; cada una con su estilo y su modo de comunicar ¡Bienvenidos a nuestro banquete!
Transferencia y palabra (Nora Andreotto)
“La relación analitica, como decía Freud, es un amor de pleno derecho y por tanto una experiencia. La intensidad de esa experiencia es lo fundamental y es lo que le permite al sujeto cambiar de discurso, pasar de un discurso a otro, verdaderamente un viraje”
Lacan toma El banquete para pensar en el FENÓMENO de la transferencia. Para poder analizarla es necesario conjugar dos vías. La del automatismo de la repetición y la cuestión del amor. Y la importancia de la función del deseo, no solo en el analizado sino esencialmente en el analista.
Es interesante observar cómo desde Freud ya hay en la conceptualización de este fenómeno de la transferencia una apertura hacia algo nuevo, pese, o a través de la repetición. Es decir que al escenificar, al hacer una reproducción en acto del pasado hay allí algo de repetición y también algo de creación. Es una fuente de ficción, el sujeto fabrica algo, construye algo para que sea escuchado por un Otro a quien se le habla. Este fenómeno de la transferencia es manejable a través de la interpretación y así se efectúa la rememoración en el sujeto y este se hace permeable a la acción de la palabra. El fenómeno de la transferencia está situado en una posición de sostén de la acción de la palabra, y si la palabra tiene efecto es porque ahí está la transferencia.
Me parece extraordinaria la idea del misterio que sigue asociado a la posibilidad de describir qué es lo que allí sucede, a la función de la relación más profunda y radical de las relaciones entre los sujetos. El lugar del enigma, que ya estaría planteado en el banquete a través de Platón. Y también la diferencia entre pensar con distancia acerca de esto y la vivencia del ser tomado por este afecto, ya sea como analizado o como analista.
Leyendo a Ravinovich nos es más fácil discriminar estas dos líneas respecto de la transferencia. El fenómeno de transferencia imaginaria como suposición de saber al analista y el fenómeno de carga de una representación a otra, como repetición en transferencia, como reproducción o actualización de un modelo anterior de relación del sujeto con el Otro. En este sentido es la puesta en juego de una demanda narcisista. Según este autor transferencia es para Lacan el terreno intersubjetivo donde el inconsciente resuena, expande su onda y va modulando la relación transferencial. Está comprometida en la búsqueda de constancia, de consistencia de la unión entre el sujeto y el Otro.
Lo que es común a Freud y a Lacan es que no hay posibilidad de que se desarrolle el análisis sin transferencia ”Es un modo de resistencia a la verdad reprimida pero también la condición de acceder a ella”
“La demanda de amor hecha al analista es demanda de ocupar el lugar de su falta, de ser lo que supuestamente lo completa”.
Lacan plantea un desdoblamiento de fondo de las dos cadenas en las que se constituye un sujeto, el splitting. Hay una relación lógica, inaugural, del sujeto en cuanto al significante como tal. La existencia de una cadena significante inconsciente se deriva ya del término de plantear al sujeto en cuanto determinado como sujeto por el hecho de ser el soporte del significante. Y el deseo está aquí en una posición sobre la base de la metonimia determinada por la existencia de la cadena significante, debido al hecho de que el sujeto sufre la marca de la cadena significante.
“A es el lugar de la palabra, ese lugar siempre evocado en cuanto hay palabra, ese lugar tercero que existe siempre en la relación con el otro, a, en cuanto hay articulación significante”. Este A no es un otro absoluto, es evanescente y nos deja a nosotros mismos en una posición perpetuamente evanescente.
“Con lo que el amor está propiamente relacionado es con la pregunta planteada al Otro acerca de lo que puede darnos y lo que tiene que respondernos”. El amor se sitúa más allá de esa demanda.
Todo el problema consiste, dice Lacan, “en darse cuenta de la relación que vincula al Otro a quien se dirige la demanda de amor a la aparición del deseo”. Ese Otro al que aspiramos está depreciado, es de la naturaleza del objeto. Pero es un objeto frente al cual en un segundo lugar desfallecemos, desaparecemos como sujeto. Y al objeto le ocurre lo contrario, este objeto, es sobrevalorado. y en esa medida tiene la función de salvar nuestra dignidad de sujeto. “De hacer de nosotros algo distinto de un sujeto sometido al deslizamiento infinito del significante”. “Hace de nosotros algo distinto del sujeto de la palabra, eso único, inapreciable, irremplazable a fin de cuentas, que es el verdadero punto donde podemos designar lo que llame la dignidad del sujeto”.
“La individualidad consiste enteramente en la relación privilegiada en la que culminamos como sujeto en el deseo”.
El deseo según el diccionario Chemama es “la falta inscripta en la palabra y efecto de la marca del significante en el ser hablante. El lugar de donde viene para un sujeto su mensaje de lenguaje se llama Otro, parental o social. Pues el deseo del sujeto hablante es el deseo del Otro. Si bien se constituye a partir del Otro, es una falta [es una falta en el Otro] articulada en la palabra y el lenguaje que el sujeto no podría ignorar sin perjuicio. Como tal es el margen que separa, por el hecho del lenguaje, al sujeto de un objeto supuesto [como] perdido. Este objeto a es la causa del deseo y el soporte del fantasma del sujeto.
Y es en este punto en donde importa la función del deseo en el analista. En el reconocimiento de la situación analitica como situación de dos real y en “el reconocimiento de la posición que el propio analista ocupa respecto al deseo constitutivo del analizado, que es con lo que se mete en el análisis ¿ Qué es lo que quiere?”
Cito a Luciano Lutereau cuando dice que los psicoanalistas defendiendo el saber inconsciente defendemos al amor, ese que “hace mediación entre los unos solos”. Así el amor al saber inconsciente que nos determina nos hace menos incautos y nos protege del malestar contemporáneo.
El psicoanálisis inventa un nuevo amor que no remite al narcisismo, sino al reconocimiento del inconsciente. No descansa en el narcisismo porque la experiencia psicoanalítica nos permite estar advertidos de que dos nunca hacen uno y de que no existe el otro, a nuestra imagen y semejanza, que nos permita la completitud soñada. El amor freudiano, cuya matriz es el Edipo, introduce ya una dimensión simbólica. Eso implica que, para ser dos, es necesario el rasgo, la condición de elección erótica. Es decir, no hay dos sin tres. Pero todo eso para llegar al goce irreductible que es siempre del Uno, que tiene siempre una dimensión autoerótica porque el goce, aunque pase por el Otro, solo se puede sentir en el cuerpo propio, nadie goza en el cuerpo del Otro porque es imposible gozar en el Otro, aunque sí por medio del Otro, en conexión con el Otro. El nuevo amor que posibilita el psicoanálisis es un amor advertido de la falta que lo causa.
La función del objeto en la relación transferencial (Marcela Sartori)
En uno de los pasajes de ‘El Banquete’ el que conforma el Discurso de Aristófanes da lugar al llamado Mito del Andrógino. Cuenta Aristófanes que en la antigüedad los seres humanos nos dividimos en tres géneros. Además del masculino y el femenino, que son los que conocemos hoy, existía también el género andrógino. Los andróginos eran redondos y estaban unidos por el vientre, con cuatro brazos y cuatro piernas, dos caras en la misma cabeza y dos órganos sexuales. Como tenían el doble de todo, eran seres superiores dentro de la estirpe humana: más veloces, más fuertes y más listos… lo suficiente como para intentar hacer daño a los dioses. Evidentemente, a Zeus no se le pasó esto por alto y decidió ser consecuente. Así, castigó a los andróginos partiéndolos por la mitad. Apolo, apiadándose de ellos, les curó de tal forma que adoptaron la forma de cualquiera de los dos géneros.
Sin embargo, los andróginos estaban incompletos, a cada uno de ellos les faltaba su otra mitad. Es por ello que pasan toda su vida buscando a «su media naranja» o a otra persona que les complete. Es por ello que, cuando finalmente se encuentran, solo quieren fundirse el uno en el otro hasta tener la impresión de ser. El mito del andrógino da cuenta de los encuentros y desencuentros del amor, pero también ubica allí que en el amor hay una experiencia de la falta de objeto.
El estudio de la escena final de El Banquete le permite a Lacan alcanzar el objetivo propuesto: poder situar el objeto ágalma en la topología triple del sujeto, del otro y del Otro, y a la vez, reconstruir el punto en el que interviene. el objeto del deseo. El ágalma es concebido como el punto central de la experiencia analítica. El sentido de brillante, de galante que la raíz del término ágalma, conduce a Lacan a sostener que lo que está en juego no es otra cosa que la función del objeto parcial, que para Lacan es uno de los mayores descubrimientos de la investigación psicoanalítica. El aspecto fundamental de lo parcial del objeto es considerado por Lacan como eje, centro clave, del deseo humano. «De lo que se trata en el deseo es de un objeto, no de un sujeto» postula Lacan en el seminario 8, que titula «El objeto del deseo y la dialéctica de la castración».
Ya no hablará, de la dialéctica intersubjetiva, sino de otra, la dialéctica de la castración, alusión a una transferencia en la que no participan dos sujetos pues su pivote es el objeto. Este objeto es sobrevalorado y «hace de nosotros algo distinto del sujeto de la palabra, eso único, inapreciable, irreemplazable a fin de cuentas, que es el verdadero punto donde podemos designar lo que llamé la dignidad del sujeto». Esta reformulación de su conceptualización de la transferencia, correlativa a la introducción y desarrollo de la noción de objeto, trae aparejadas importantes consecuencias en la clínica, especialmente relativas a la posición del analista. En torno a esta cuestión, Lacan formula en el capítulo donde se aboca a una crítica de la contratransferencia lo siguiente: «Por el solo hecho de que hay transferencia, estamos implicados en la posición de ser aquel que contiene el ágalma, el objeto fundamental que está en juego en el análisis del sujeto, en cuanto vinculado, condicionado por la relación de vacilación del sujeto que nosotros caracterizamos como aquello que constituye su fantasma fundamental, como aquello que instaura el lugar donde el sujeto puede fijarse como deseo» Y más adelante prosigue: «…sólo en la medida en que sabe qué es el deseo, pero no sabe lo que desea ese sujeto -con el cual está embarcado en la aventura analítica- está en posición de tener en él, el objeto de dicho deseo». Es a partir de situar el lugar del objeto en la relación amorosa transferencial, que Lacan puede articular la función del deseo, no sólo en el analizado, sino esencialmente en el analista.
Mayéutica Socrática y Sujeto Supuesto Saber (Eliana Ditomassi)
El amor implica una búsqueda de algo que no se sabe muy bien que es, pero que se supone que el Otro tiene. Siguiendo con esta línea, nos encontramos con esta forma de amor que se da en la transferencia, el sujeto supuesto saber, situación que acontece cuando el analizado deposita en el analista un saber sobre su padecer.
Aquí tenemos tres elementos: un saber, un suponer y un sujeto. Lo que se supone es que hay un saber inconsciente que, inicialmente, es adjudicado al analista; a quien además se le supone un sujeto. En la escena analítica pensada desde Lacan, el sujeto analista no existe, sino que lo que encontramos son semblantes que dan lugar al discurso del paciente. El sujeto-paciente siempre dice algo más de lo que quiere decir: emergen significantes reprimidos, sin sentidos, equívocos, elementos que escapan a la significación.
El analista desde su deseo devuelve palabras, corta, ejecuta actos analíticos… siempre desde un lugar de ignorancia que espera aquello por emerger: palabras y verdades del sujeto analizado.
En este punto, la tarea analítica es similar al modo seguido por Socrates conocido como Mayéutica Socrática. Este filósofo por medio del diálogo buscaba que su discípulo llegase a la verdad. Este método se basaba en hacer preguntas que llevarán al interlocutor a darse cuenta de sus errores y encontrar su propia secuencia de preguntas lógicas hasta llegar a una verdad irrefutable. Cabe aclarar, que esta relación entre Socrates y su interlocutor partía de un supuesto saber adjudicado en la figura del maestro.
Pero cuando la verdad emerge el sujeto calla, la cadena de significantes se detiene, ya no se supone el saber en ese otro, este trabajo permite como resultado un resto. El semblante del analista (o del maestro) que sostenía la narrativa del sujeto cae como objeto a y deviene el final de análisis que no termina solamente con el amor al saber sino que instaura el deseo de saber.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:
Diccionario del Psicoanálisis Chemama
Lacan, J. (1960 – 1961) Seminario 8: La Transferencia. Capítulos X y XII. Ed. Paidos.
Lacan, J. (1958 – 1959) Seminario 6: El deseo y su interpretación. El Grafo del Deseo. Ed. Paidos.
Luciano Luterau
Platón (1871). El Banquete. Platón: Obras completas. Edición de Patricio de Azcárate, tomo 5, Madrid.
Ravinovich, N. (2009) El inconsciente lacaniano. Punto 5 La transferencia Buenos Aires Editorial
Sztanjnszrajber, Dario (2019) Clase 1 del seminario anual “Filosofía en 6 libros” en Facultad Libre. https://www.youtube.com/watch?v=XTadJWg_2DU&t=802s