Al jugar no solo se activa el metabolismo sino también la actividad química a nivel cerebral. Diversos estudios de resonancia magnética han demostrado que cuando un niño juega, aumenta la liberación de serotonina, un neurotransmisor que participa en la regulación del estado de ánimo y el sueño y que desempeña un papel fundamental en el control de la digestión y la temperatura corporal. A la misma vez se incrementa la producción de endorfinas, las cuales se encargan de promover el estado de bienestar, reducir el dolor y potenciar algunas funciones del sistema inmunitario.
Mientras los niños juegan también se estimula la segregación de acetilcolina, un neurotransmisor involucrado en el funcionamiento de las funciones motoras, neuroendocrinas y sensoriales, que regula además la capacidad de concentración, la formación de recuerdos y el desarrollo de la atención y el pensamiento lógico. También se ha encontrado que la actividad lúdica potencia la producción de dopamina, otro neurotransmisor que potencia el proceso de aprendizaje y la imaginación.
Lic. Virginia Mason
MP 123972