«Para ser feliz es necesario
creer en la felicidad»
(León Tolstoi)
Algunas definiciones
Hagamos un recorrido inicial de algunos autores un poco contrapuestos entre sí.
Desde un enfoque altruista y vincular de la felicidad ser feliz es posible si pensamos en el otro (Bachelard).
Otro lineamiento define a la felicidad como estrechamente ligada a la posesión de un bien deseado (Alarcón). Contrapuesto a ello, Fernández propone que la felicidad es única, radica en nuestro interior y poco tiene que ver con la acumulación de bienes
Blackman, basándose en investigaciones, plantea que la riqueza por sí sola no proporciona ninguna garantía de una buena vida. Lo que realmente importa más que una gran cantidad de dinero, es la forma de gastarla.
Cabe aclarar que algunos autores sostienen que los seres humanos parecen adquirir más placer anticipando experiencias que anticipando la compra o adquisición de cosas materiales.
Por otra parte, Dunn (2013) propone que el dinero sí puede comprar la felicidad, pero sólo si se gasta apropiadamente.
¿Objetos o experiencias? Si los objetos hicieran a las personas más felices, éstas recordarían la mayoría de los regalos que recibieron en su anterior cumpleaños. Sin embargo, los seres humanos tienden a recordar el contexto alrededor de aquellos regalos, más claramente que la fiesta de cumpleaños, la noche de navidad, o la cena de San Valentin, entre otros. Es decir, no recuerdan como tal el regalo, sino, recuerdan la experiencia que ocurrió alrededor del regalo (Clarck, 2009).
Howell (2009) afirma que los seres humanos se aburren de los objetos que compran. Las experiencias, por el contrario, no son tan fugaces, su recuerdo perdura mucho más tiempo.
Por otro lado, encontramos modos de pensar en la felicidad como algo intrínseco al ser humano y ligado a sus decisiones. Para Aristóteles y Kant el fin supremo o universal del hombre es la felicidad. Pero en el mundo kantiano ella no depende del destino ni de los demás, ni mucho menos de Dios, sino del comportamiento y carácter propio de una persona.
El psicoanálisis complejiza este enfoque, proponiendonos que los sujetos pueden conscientemente decir querer ser felices, pero, por causas inconscientes, elegir caminos opuestos a aquello que anhelan, boicoteando así su propia felicidad.
Según Freud existen dos maneras de ser feliz en esta vida, una es hacerse el idiota y la otra serlo.
Por último, es válido resaltar que no es lo mismo lo que una persona siente como «feliz» en el aquí y ahora de una experiencia, que aquella felicidad que se alcanza al equilibrar aquello que somos con aquello que esperamos de nosotros mismos. Así mismo, encontramos un tipo de felicidad en que una persona puede observar un tramo de su vida y sentirse satisfecho por cómo ha atravesado ese lapso (Gilbert).
Por otro lado, autores más emparentados con la psicología positiva plantean que la felicidad no es hacer lo que uno quiere, sino querer lo que uno hace (Jean Paul Sartre); cuando lo que eres es lo que quieres ser, eso es felicidad (Forbes)
Vínculos Primarios: primeras experiencias de “Felicidad”.
Los vínculos primarios son el primer sostén del ser humano. Brindan al niño el primer modelo de lazo afectivo. Asimismo asientan las bases del carácter, ofrecen el primer sistema de valores y un modo de concebir al mundo que lo rodea.
Las primeras «experiencias de felicidad» que el infante atraviesa se dan en el contacto inicial con su cuidador/a al ser alimentado, mecido, acariciado… luego
el sujeto buscará repetir estás experiencias gratificantes de diversos modos a lo largo de su vida. Un ejemplo muy frecuente de esto se da cuando el niño busca complacer a sus vínculos cercanos, teniendo conductas que den cuenta de una pertenencia al sistema de valores familiares.
A medida que el sujeto se independiza de sus progenitores es esperable que pueda comenzar a cuestionarlos, teniendo tres modos posibles de atravesar este momento. En primer lugar puede aceptar aquello que le fue enseñado, cumpliendo y continuando con el mandato familiar que fue depositado en él. En segundo lugar puede negar aquello que aprendió, desconociendo sus orígenes.
Un tercer modo sería permitirse cuestionar las expectativas y enseñanzas familiares, aceptando conscientemente algunas cosas y buscando alternativas personales frente a aquello que considere que quisiera cambiar.
Este último modo de desarrollo personal creativo se encuentra íntimamente ligado al modo en que la persona se autopercibe cómo «feliz» en su vida cotidiana, ya que es un modo equilibrado de ser quien quiere ser, pero sin desconocer cuáles son sus orígenes.
¿La felicidad no existe?
A Partir de lo planteado se podría reflexionar que no existe “la felicidad” como algo general que incluye a todos, sino que la es algo complejo y muy personal; no podría responder a parámetros, ni mandatos generales e impuestos.
La felicidad tiene tantos modos de ser como personas existen en el mundo e incluso en una misma persona su modo de ser feliz puede cambiar con el paso del tiempo.
Conforme somos seres complejos, los estados y momentos que percibimos como felices pueden hacer alusión a muchas cosas.
En algunas oportunidades aprendemos que algo nos brinda una experiencia de felicidad cuando esto se ausenta de nuestro día a día. Por ejemplo, no sabemos de lo feliz que nos hace un cuerpo sano hasta que padecemos alguna enfermedad y sentimos su falta.
Otro motor de experiencias de felicidad puede darse en la relación que mantenemos con el mundo que nos rodea: con la naturaleza y los seres vivos (humanos y no humanos).
Otras situaciones sumamente complejas ligadas a la felicidad (o su ausencia) se dan cuando tenemos sentimientos encontrados frente a algo que deseamos y que, por ejemplo, entra en conflicto con nuestra moral aprendida o con lo que los demás esperan de nosotros. Aquí es importante volver a escuchar nuestra propia voz y resignar aquello impersonal que “se debería hacer” (Heideger) porque, en términos de Lacan “jugarse la vida tiene algo de apuesta”.
Es importante resaltar que somos seres deseantes, por tanto, el deseo vivo será motor necesario para avanzar y, por consecuencia, la felicidad (como estado) es inalcanzable. Sin embargo, podemos experimentar momentos felices al orientar nuestras acciones a aquello que queremos alcanzar, buscando un equilibrio entre lo que somos y queremos ser.
Tal vez la felicidad sea esto:
no sentir que debes estar en otro lado,
ni haciendo otra cosa,
ni siendo alguien más
(Isaac Asimov)
Lic. Ditomassi Eliana
M.P 7982