En nuestros consultorios no faltan historias en donde las violencias escolares aparecen.

Niños en donde el colegio no resulta un lugar al que desear volver al día siguente.

Adolescentes que no ven las horas que el ciclo escolar termine.
Adultos que aún después de varios años siguen trayendo a sesión el malestar de alguna situación en la escuela.

Aquí tampoco hay recetas infalibles.

Esta problemática no es algo que pueda extirparse de una vez y para siempre.

Pero un camino mejor sí que es posible. Y deseable.

Y se construye desde el mismísimo día en que uno llega al mundo. Cuando hay a lo largo de nuestro crecimiento -en casa, en el cole, en el club- ojos adultos que observan con ternura, palabras cercanas que consuelan, brazos tibios que contienen.

Así es como se van sentando las bases que permiten ir desarrollando lo que Winnicot tan bien llama la «capacidad de preocuparse por el otro».

Esa cualidad clave para la convivencia social que permite reconocer simultáneamente al de enfrente en su diferencia y a la vez como un semejante pleno, digno de nuestro cuidado y amorosa mirada.

Lic. Sofía Plazza
Mp. P347