🎶 “Hay una muñeca
Y un osito que conversa
Mientras los pequeños sueñan
Sueñan, sueñan
Los niños miran y miran
En la vidriera empañada
Como se escapan los sueños
A través de sus miradas
Y mientras los niños sufren
Los juguetes se preguntan
Con tantos niños afuera
Que hacemos en la vidriera?”🎶
LOS JUGUETES Y LOS NIÑOS
-Vivencia-
Acabando el mes de Agosto, época en donde abundan las propuestas en torno a las infancias, resuena en mí esta canción. Y pienso cómo las sociedades han cambiado en materia de tecnología estas últimas décadas. Pero también pienso que las niñeces, aparentemente tan YouTube, tan Tiktok, tan Baby TV, en el consultorio, y entonces, en la vida, no cambiaron su esencia.
Porque a pesar de que grafican pantallas en sus dibujos libres, de que festejan sus aciertos con movimientos de algún videojuego o utilizan palabras en inglés que no comprenden para expresar que algo no salió como esperaban, siguen allí.
Sigue ahí su inmensa capacidad de asombro, su andar ruidoso, su placer enorme por descubrir, su necesidad de otro humano que lo ayude a comprender el mundo.
Hay escenas cotidianas que desde la mirada de la salud mental preocupan, sí. Intranquilizan las mesas familiares donde no circula la palabra pero sí la tablet, intranquilizan las reuniones abultadas de niños inmóviles y mirada absorta en un dispositivo digital, intranquiliza la soledad de los pequeñines “acompañados” de sus propios teléfonos a la hora de dormir.
Las pantallas están. Con los grandes y también con los chicos. Más es de suma importancia tomarnos un momento para pensar respecto de las infancias si éstas son necesarias, cuándo, cuánto, para qué, y sobretodo, para quién (ya que, si escarbamos un poquito, probablemente la motivación tenga en general menos que ver con ellos que con la ajetreada vida que llevamos los adultos).
La Organización Mundial de la Salud lo expuso hace tiempo, alertando del uso de dispositivos digitales antes de los dos años de vida así como recomendando su restricción en las etapas de la infancia y la niñez atento a que el cerebro estaría aún en pleno crecimiento, con todo lo que ello implica.
Y más allá de los manuales, lo observamos los profesionales de la pediatría, la fonoaudiología, la psicología, la psicopedagogía. Vemos cómo -cada vez más y de manera más temprana- se ve el impacto de la exposición excesiva de infantes a las pantallas; lo cual acarrea inconvenientes en la adquisición del lenguaje, la tolerancia a la espera, la creatividad, la concentración, la capacidad de socialización, la regulación emocional y una larga lista de etcéteras.
Porque el psiquismo se funda en el ritmo propuesto por los adultos disponibles, por las presencias y las ausencias, por las decodificaciones de esas personas cercanas que nos prestan de sí para que podamos entender el entorno y construir intimidad. Propuesta muy diferente, como verán, a la que presenta un frío dispositivo digital, en donde todo es estandarizado, sobrestimulado, hiperdisponible e inmediato.
Experimentamos seguro los adultos cómo la permanente interacción tecnológica nos generó alguna vez cierta ansiedad, irritabilidad o dificultad para concentrarnos. Nosotros! Que llevamos con el celular en la mano apenas un puñado de años. Pero las infancias están naciendo hoy con un dispositivo digital desde la cuna, y estamos verificando que ello no está siendo inocuo en su estructuración psíquica.
Como suele suceder, luego de momentos de auge que traen los cambios epocales, llegan las revisiones. Y esta cuestión no es la excepción.
En muchos países del mundo ya está siendo cuestionada la utilización de dispositivos digitales a corta edad, proponiéndose una vuelta a lo analógico a los fines de propiciar la imaginación, la tolerancia a la frustración, el dibujo como forma de expresión y el juego simbólico como precursor por excelencia de la posibilidad de aprender y trabajar. En definitiva, la ponderación de la palabra sobre la imagen, como el recurso supremo que nos hace sujetos y nos distingue del resto de las especies.
Por eso es que desde KALEI proponemos un ofrecimiento plenamente consciente y medido de pantallas a las niñeces así como una utilización acompañada de las mismas.
Por suerte, estamos a tiempo.
No casualmente, los más chiquitos aún se emocionan cuando los invitamos a pasear, aún nos piden que les contemos cuentos en su cama y que les cantemos alguna canción, aún aceptan la propuesta de un primito para jugar en la juntada familiar y aún experimentan animadamente en el patio luego de un crítico momento de “aburrimiento”.
Afortunadamente todavía vemos en sus caritas la expresión incomparable de entusiasmo cuando levantan su mirada y se encuentran con unos ojos conocidos. Que los miran. Pero que también los ven.
Lic. Sofía Plazza
Mp. 9347