“En verdad la realidad no existe,
y en realidad la verdad tampoco”
(Borges, J.)

El propósito del presente trabajo es tomar la alegoría de las cavernas de Platón,
como modelo para pensar la transferencia en la situación analítica, y más puntualmente, la
emergencia de este fenómeno inconsciente en el marco del proceso psicoanalítico.
Siguiendo los postulados freudianos, entendemos la realidad psíquica como una
construcción ficcional accesible a la conciencia sólo en parte; que sedimenta en una más
vasta historia compuesta por múltiples huellas mnémicas inconscientes, lo cuál constituye
un reservorio psíquico inacabable. Dichas marcas matriciales imprimen constantemente sus
efectos en el devenir subjetivo de cada quien, al mismo tiempo que se resignifican
incesantemente (nachträglich) en un proceso inacabado de historización singular. De este
modo, subyacen en el aparato psíquico deseos inconscientes inmemoriales e
indestructibles, que son “vías facilitadas de una vez por todas, que nunca quedan desiertas
(…) sólo pueden ser aniquiladas de la misma manera que las sombras del mundo
subterráneo en La odisea, que cobraban vida tan pronto como bebían sangre”1.
Esta determinación no consciente ha constituido, al decir de Freud, una herida
narcisista a la humanidad y una afrenta al paradigma moderno basado en la iluminación y la
razón. Y es esa doble dimensión de nuestra propia constitución (señalada en el epígrafe del
inicio) la que proponemos articular con la alegoría platónica de la caverna, como forma
metafórica de señalar que la percepción humana es, en verdad, una construcción aparente,
una “realidad” ficcional.

Nuestra conciencia sería como la mirada de los esclavos encadenados que, sin
poder girar sus cabezas, solo pueden ver parcialmente las sombras sobre el fondo de la
caverna, teniendo como realidad una proyección distorsionada de lo que en realidad sucede
afuera.

Esta perspectiva bifocal (entre la percepción consciente y lo inconsciente) es
ubicada por Freud en el núcleo central de la conflictiva neurótica. Refiere que en la relación
Cc-Icc media un acuerdo entre “querellantes” de tan difícil resolución como el encuentro en
un mismo terreno entre un oso polar y una ballena. Dicha complejidad asienta sobre la
diversidad de dos mundos heterogéneos y dos modos de funcionamiento heterónomos.
1 Freud, S. (1900-1901) Obras completas. Tomo V. Amorrortu. Nota al pie 3, p. 546).
Pero es ése precisamente el ineludible desafío del psicoanalista posibilitar el encuentro
entre ambos2.

Siguiendo con la alegoría, sería similar al momento en que uno de los esclavos se
descubre sin cadenas. Por alguna contingencia, las cadenas a las que se sabía sujetado
han desaparecido, pero solo pudo percibir esto al mirar hacia abajo, al mirar-se. Aquí,
aparentemente curado de su ignorancia, se encuentra frente a la emergencia de un
acontecimiento novedoso que permite ampliar la mirada de lo posible y que confronta con el
“umbral” de lo conocido, teniendo la posibilidad de reversionar el mundo como lo ha
conocido hasta ahora.

En la situación analítica, dicho reconocimiento que des-encadena sería posible
desde un manejo instrumental de la transferencia.
Los fenómenos transferenciales “no corresponde anotar[los] en la cuenta del
psicoanálisis (…) sino atribuírselos a la neurosis” 3. Sin embargo, su uso operativo ha sido
central en el desarrollo del psicoanálisis. Ha constituído la resistencia más intensa tanto
como el principal motor del método terapéutico fundado por Freud, dado que “nos brinda el
inapreciable servicio de volver actuales y manifiestas las mociones de amor escondidas y
olvidadas de los pacientes”4.

Es decir que, aún cuando la transferencia es un fenómeno universal, es posible de
ser visualizada y operativizada en la situación analítica. El manejo de la transferencia se
constituye así en “el principal recurso para domeñar la compulsión de repetición del
paciente, y transformarla en un motivo para recordar” 5.
Esto podría ser imaginarizado, en su doble vía de motor y de resistencia, con lo
acontecido en el momento mismo de la “libertad” del esclavo platónico:
“qué pasaría si naturalmente les ocurriese esto: que uno de ellos fuera liberado y
forzado a levantarse de repente, volver el cuello y marchar mirando a la luz, y al
hacer todo esto, sufriera y a causa del encandilamiento fuera incapaz de percibir
aquellas cosas cuyas sombras había visto antes.”

Platón pareciera orillarnos a considerar que allí no puede menos que aparecer el
miedo y lo incierto, el inquietante interrogar-se: ¿y ahora qué? ¿Qué hacer con ese
conocimiento? ¿Qué puede “un esclavo” cuándo por un instante logra darse cuenta de la
distinción entre lo aparente y «lo real» o entre lo percibido y eso que es de otro orden? De
otro orden o de otra orilla, como en el traghetto veneciano, al decir de Salomón Resnik6.
6 Anécdota narrada por Catelli en su clase durante el seminario.
5 Ob. cit. p. 156
4 Ob. cit. p. 105
3 Freud, S. (1911-1913) Obras completas. Tomo XII. p. 99. Amorrortu.
2 Freud, S. (1916-1917) Obras completas. Tomo XVI. 27ª Conferencia. La transferencia. Amorrortu.

En ese magma acontecimental, en el que la transferencia re-produce “las sombras
del mundo subterráneo” se encuentran el oso polar y la ballena, justo en el umbral mítico de
la caverna. Y en ese preciso (o precioso!) instante de repetición inconsciente, se actualiza
en la persona del médico/analista algo de aquellos clisés primarios, configurando la
oportunidad de presentificar a este “enemigo” extraño/extranjero y “combatirlo”. Al fin de
cuentas, “nadie puede ser ajusticiado in absentia o in effigie” 7. Vale decir que no basta con
mirar frente a frente al enemigo y denunciar su extranjeridad. Permanecer en ese plano no
sería más que un acto sugestivo, de efectos transitorios y superficiales. “Sería lo mismo que
hacer subir un espíritu del mundo subterráneo, con ingeniosos conjuros, para enviarlo de
nuevo ahí abajo sin inquirirle nada” 8. Es necesario, en cambio, “obedeciendo a la regla
analítica fundamental”9, reelaborar esas mociones pulsionales reprimidas que la
transferencia posibilita vislumbrar con claridad. Vislumbrar, percibir, es decir: hacer
consciente, para luego elaborar, o más aún: re-elaborar. En la pluma de Platón:
“Finalmente, pienso, podría percibir el sol, no ya en imágenes en el agua o en otros
lugares que le son extraños, sino contemplarlo cómo es en sí y por sí, en su propio
ámbito.”

Tarea artesanal y también riesgosa: “el psicoanalista sabe que trabaja con las
fuerzas más explosivas y que le hacen falta la misma cautela y escrupulosidad del
químico”10

¿Qué conjuros artesanales utiliza el analista para domeñar lo que del mundo subterráneo
emerge con la transferencia?
Catelli propone el artificio, en movimiento, del mirar junto al paciente la
escenificación desde el retablo ¿Cómo? Primero sosteniendo una posición de partícipe de
la escena que el paciente propone, como espectador o actor, como parte; para luego sugerir
un cambio de posición, como si el analista pudiese decir “vení, miremos los dos desde aca”,
invitando al paciente a mirarse como el analista ve la escena, no sin acompañarlo y
sostenerlo en dicho trayecto. Vale decir que se hace posible, a partir de ello, una
reconfiguración que resignifica lo escenificado:

“La transferencia es comparable así a la capa de crecimiento celular situada entre la
corteza y la pulpa del árbol, de la que surge una nueva formación de tejidos y el
espesamiento del tronco”11

11 Freud, S. (1916-1917) Obras completas. Tomo XVI. p. 404. Amorrortu.
10 Ob. cit. p. 173
9 Ob. cit. p. 157
8 Ob. cit. p. 167
7 Ob. cit. p. 105

Ahora bien ¿Qué pasaría si aquello que el paciente (esclavo) descubre en su
proceso analítico es tomado como una verdad revelada e irrevocable? ¿Acaso no podría
volver a adentrarse en una caverna y quedar sujetado de esa nueva verdad? ¿Qué ocurriría
si caemos en pensar que esto es, sin preguntas, cuestionamientos o reflexiones?
Sería entonces el momento en que volveríamos a sujetarnos a las cadenas dentro
de la caverna de una verdad inflexible, sin posibilidad de elección. Sztajnzrajber, D. (2017)
plantea que cuando el liberado cree que accedió a un estado de “verdad revelada”, en
realidad, habría ingresado a un nuevo estadio de encierro.
Darse cuenta que la caverna no es única, sino que somos propensos a entrar en
ellas es la clave para no anclarnos. Romper lo establecido implica un ejercicio constante de
abrir con la pregunta y continuar el diálogo.
Con este recaudo como norte quisiéramos cerrar el trabajo, pero no la pregunta… en
el anhelo de continuar el diálogo y la formación (o deformación) de nuestros saberes, sin
caer en la esclavitud de la caverna, nos animamos a seguir liberando preguntas que abren y
permiten movimiento. En ritmo de canción:
“Si quieres que algo se muera, dejalo quieto”
(Drexler, J.)12

 

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
Freud, S. Obras completas. Tomos V, XII y XVI. Amorrortu.
Platón (1604) La alegoría de las cavernas – La República (Libro VII). Ed. Gredos, Madrid.
https://www.unsam.edu.ar/escuelas/ciencia/docs/Platon%20El%20mito%20de%20la%20cav
erna%20-%20Admisi%C3%B3n%20IEU.pdf
Sztajnzrajber, D. (2017) “Alegoría de la Caverna”, Audio del programa El innombrable –
Radio Madre AM 530. https://www.youtube.com/watch?v=_lla4bSH2l0
12 Cita de la canción “Movimiento” de Jorge Drexler tomada del trabajo de cierre del seminario del
Equipo B de Andreotto Nora. 2022.

 De: Eliana Ditomassi        Carolina Bracamonte Gómez

Lic. Psicología                              Lic. Psicología

         MP 7982                                      MP 3323- ME 501