Sin embargo, aunque no podemos adivinar el mundo que será, bien podemos imaginar el que queremos que sea.
El derecho de soñar no figura entre los treinta derechos humanos que las Naciones Unidas proclamaron a fines de 1948.

Pero si no fuera por él, y por las aguas que da de beber, los demás derechos se morirían de sed.
Deliremos, pues, por un ratito. El mundo, que está patas arriba, se pondrá sobre sus pies.

Lic. En Psicología Sofía Plazza

🖊Mp 9347.