En el recorrido terapéutico del 2022, el principal motivo de consulta en la clínica de niñxs esta siendo: » nuestro hijx no quiere ir a la escuela, ¿qué hago?». 

Muchas familias se han preocupado por este malestar puesto en algo cotidiano y encasillado de sencillo: el tener que ir a la escuela porque allí se va a aprender. Muchos se encontraron con que sus hijxs no querían saber nada con asomarse en este lugar. 

 

Poner en contexto el malestar ayuda a aliviar preocupaciones y ahuyentar fantasmas imaginarios sobre qué le puede estar pasando a mi pequeño. 

 

Transitamos un 2020 donde de golpe el cuerpo quedó atravesado por la pantalla y no había banco, compañero de clase, timbre ni cantina que me hagan de referencia de que estaba aprendiendo «en la escuela doméstica». Le tuve que decir a mi cerebro que de ahora en adelante y sin saber hasta cuando, iba a quedarme en casa aprendiendo mientras mis cuidadores de crianza también trabajaban, ponían la olla de fideos y jugaban conmigo. Luego se asomó tímidamente el 2021 con los intentos mixtos de «quedarme en casa», «ir a la escuela», «me vuelvo a casa por contacto estrecho», etc. Este proceso fue un continuo ida y vuelta, ensayo y error, intento de ir para un lado o de ir para otro. 

 

¡Uff, cuánto esfuerzo para mi pequeño cuerpo y mente! Y cuando, más o menos entendí la regla de ser flexible a estos cambios, llegó el 2022 con una propuesta directa: «todos vuelven a la presencialidad». De nuevo entrar en rutinas de horarios de ingreso, horas de silla mirando un pizarrón, timbres que anuncian recreo, patio lleno de compañerxs deseosos de correr, saltar, charlar, y otros más retraídos que con mucho costo se animan a asomar su cuerpito para ser testigos de aquel alboroto. 

 

Ese tránsito por la escuela doméstica hasta volver a las aulas, a muchos les toco una fibra de experimentar y comprender que aprender en casa no está feo. Es más, me gusta mucho y desearía que se repita así. Sin embargo, hay procesos de aprendizajes que trascienden los contenidos básicos de lengua, matemática, ciencias, arte, etc., y están puestos al servicio del encuentro cercano con otros de mi edad y otros adultos que no son los que comparto a diario en mi casa. Esta interacción enriquece el aprender a vincularse, el explorar otros mundos sociales, el desarrollar habilidades inter e intra personales, el poder gestionar emociones y límites. Por eso, la escuela es un lugar habitable tan importante para los peques. Pero cabe preguntarnos, ¿ha tenido la escuela, la suficiente escucha de lo que ha pasado la infancia en estos tres años (2020,2021,2022)? ¿Se detuvo a reflexionar en los procesos básicos de asimilación y acomodación, clásicos de Piaget, que están en juego con este tránsito post pandemia? Estos procesos nos ubican para entender y contener los caminos de adaptación que le lleva a un niño pasar de una experiencia a otra, de un aprendizaje que se instaló a incorporar nuevos.

 

Entonces, ¿qué le podemos ofrecer a estos pequeños que no quieren ir a la escuela? ¿Cómo acompañamos esta adaptación? 

Siempre dar un tiempo de escucha para que puedan hablar y manifestar su malestar. Algunos lo harán con palabras, otros con dibujos, otros con el cuerpo. Cuando encuentren que hay un adulto disponible a recibir lo que les pasa, ellos hablarán a su modo, ritmo, forma. 

También, tener una cercanía con la institución educativa para crear alianza con las maestras y así poder dialogar cómo poder contener en los aquellos momentos donde los peques están incómodos, tristes, nerviosos u otras emociones respecto de su «estar» en la escuela. 

Por último y no menos importante, de ser necesario buscar ayuda en algún espacio terapéutico donde ese pequeño pueda expresarse con libertad sobre lo que siente, teme o desea en su transitar por la escuela, con sus pares y docentes. 

 

La escuela y sus pequeños transeúntes tienen como misión, diría Luis Pessetti, el ser una casa de alivio. Alivio que impulse a soñar, que impulse a encontrarme a mi mismo, que impulse a jugar, que impulse a curiosear, que impulse a desearla habitar. 

 

Lic. Macarena Guzmán 

MP 9379

Especialista en psicología clínica